- Smeltzer SC, Bare BG. Tratamiento de pacientes con trastornos intestinales y rectales. De: Brunner y Suddarth. Enfermería Medicoquirúrgica. Vol 1. 10ª ed. México DF: Mc Graw-Hill; 2005. p 1133-1177
En esta bibliografía he
decidido centrarme en dos patologías anorrectales: los abscesos y las fístulas
anales, así como, comentar el proceso de enfermería en pacientes con este tipo
de trastornos.
Un
absceso
se da por la obstrucción de una glándula anal que produce infección.
Son frecuentes en personas con enteritis regional o trastornos
inmunodepresivos. Pueden formarse en el interior o en el exterior con pus y
provocan un dolor intenso. Para tratarlos se dan baños de asiento, analgésicos
y la cirugía para drenarlo. Muchos de estos abscesos se pueden transformar en fístulas.
Estas son trayectos tubulares finos que van del ano a un orificio en la zona
perianal. Pueden estar causadas por infección, traumatismos, fisuras o
enteritis regional. Es posible que haya filtraciones de pus y heces y,
dependiendo del trayecto, pueden darse paso de flatos o heces por la vagina o
vejiga. Se recomienda la cirugía pues pocas fístulas cicatrizan de manera
espontánea. De ser posible, la fístula se extirpa al incidir el absceso porque
de lo contrario se requeriría una segunda intervención. La herida se empaca con
gasas y se deja cicatrizar por granulación.
Tanto
estas dos patologías anorrectales como otras (hemorroides o fisuras) hay un proceso de enfermería que se debe
llevar a cabo en todas sus fases. En la primera, la valoración, la enfermera
obtiene la historia clínica para determinar la presencia y características del
prurito, el ardor o el dolor, se preguntan hábitos de evacuación, consumo de
laxantes, la alimentación… Además se incluye la inspección de heces y del área
perianal.
Se hacen los diagnósticos de enfermería entre los cuales se encuentran principalmente: estreñimiento relacionado con ignorar la urgencia de defecar porque causa dolor; ansiedad por operación inminente y vergüenza; dolor agudo relacionado con irritación, presión y sensibilidad del área anorrectal por la enfermedad y espasmos del esfínter después de la operación… Se plantean los objetivos entre los que se incluyen defecación adecuada, disminución de la ansiedad, alivio del dolor, micción normal, cumplimiento terapéutico…
A continuación, se llevan a cabo las intervenciones: alivio del estreñimiento (que beba mínimo 2 L de agua al día, alimentos con fibra, laxantes formadores de masa y ablandadoras de heces…), reducción de la ansiedad (hay que identificar las necesidades psicosociales específicas e individualizar el plan de cuidados, se debe garantizar la intimidad…), alivio del dolor (pedirle que asuma posiciones cómodas, se pueden utilizar cojines de flotación, hielo o ungüentos analgésicos, compresas tibias que mejoran la circulación y alivian los tejidos irritados, los baños de asiento tres o cuatro veces al día relajan el esfínter espásmico…), promoción de la micción (aumentando el volumen de agua ingerida, escuchar el goteo del agua o, en última instancia la cateterización), vigilancia y tratamiento de complicaciones (se revisa frecuentemente la zona operada para detectar si hay hemorragia, además de prestar atención a los signos que la indiquen como la taquicardia, la hipotensión, la inquietud…) y el fomento de la atención en el hogar y la comunidad (para facilitar la recuperación en casa. La enfermera debe enseñar a mantener el área perianal limpia con agua tibia y algodón absorbente, se evita el papel higiénico, hay que responder a la urgencia de defecar para evitar el estreñimiento así como tomar la dieta adecuada y hacer ejercicio).
Por último se hace una evaluación para observar los resultados.
Se hacen los diagnósticos de enfermería entre los cuales se encuentran principalmente: estreñimiento relacionado con ignorar la urgencia de defecar porque causa dolor; ansiedad por operación inminente y vergüenza; dolor agudo relacionado con irritación, presión y sensibilidad del área anorrectal por la enfermedad y espasmos del esfínter después de la operación… Se plantean los objetivos entre los que se incluyen defecación adecuada, disminución de la ansiedad, alivio del dolor, micción normal, cumplimiento terapéutico…
A continuación, se llevan a cabo las intervenciones: alivio del estreñimiento (que beba mínimo 2 L de agua al día, alimentos con fibra, laxantes formadores de masa y ablandadoras de heces…), reducción de la ansiedad (hay que identificar las necesidades psicosociales específicas e individualizar el plan de cuidados, se debe garantizar la intimidad…), alivio del dolor (pedirle que asuma posiciones cómodas, se pueden utilizar cojines de flotación, hielo o ungüentos analgésicos, compresas tibias que mejoran la circulación y alivian los tejidos irritados, los baños de asiento tres o cuatro veces al día relajan el esfínter espásmico…), promoción de la micción (aumentando el volumen de agua ingerida, escuchar el goteo del agua o, en última instancia la cateterización), vigilancia y tratamiento de complicaciones (se revisa frecuentemente la zona operada para detectar si hay hemorragia, además de prestar atención a los signos que la indiquen como la taquicardia, la hipotensión, la inquietud…) y el fomento de la atención en el hogar y la comunidad (para facilitar la recuperación en casa. La enfermera debe enseñar a mantener el área perianal limpia con agua tibia y algodón absorbente, se evita el papel higiénico, hay que responder a la urgencia de defecar para evitar el estreñimiento así como tomar la dieta adecuada y hacer ejercicio).
Por último se hace una evaluación para observar los resultados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario