viernes, 31 de octubre de 2014

BIBLIOGRAFÍA 6: Enfermedades del anorrecto.



  • Smeltzer SC, Bare BG. Tratamiento de pacientes con trastornos intestinales y rectales. De: Brunner y Suddarth. Enfermería Medicoquirúrgica. Vol 1. 10ª ed. México DF: Mc Graw-Hill; 2005. p 1133-1177


En esta bibliografía he decidido centrarme en dos patologías anorrectales: los abscesos y las fístulas anales, así como, comentar el proceso de enfermería en pacientes con este tipo de trastornos.

Un absceso se da por la obstrucción de una glándula anal que produce infección. Son frecuentes en personas con enteritis regional o trastornos inmunodepresivos. Pueden formarse en el interior o en el exterior con pus y provocan un dolor intenso. Para tratarlos se dan baños de asiento, analgésicos y la cirugía para drenarlo. Muchos de estos abscesos se pueden transformar en fístulas. Estas son trayectos tubulares finos que van del ano a un orificio en la zona perianal. Pueden estar causadas por infección, traumatismos, fisuras o enteritis regional. Es posible que haya filtraciones de pus y heces y, dependiendo del trayecto, pueden darse paso de flatos o heces por la vagina o vejiga. Se recomienda la cirugía pues pocas fístulas cicatrizan de manera espontánea. De ser posible, la fístula se extirpa al incidir el absceso porque de lo contrario se requeriría una segunda intervención. La herida se empaca con gasas y se deja cicatrizar por granulación.

Tanto estas dos patologías anorrectales como otras (hemorroides o fisuras) hay un proceso de enfermería que se debe llevar a cabo en todas sus fases. En la primera, la valoración, la enfermera obtiene la historia clínica para determinar la presencia y características del prurito, el ardor o el dolor, se preguntan hábitos de evacuación, consumo de laxantes, la alimentación… Además se incluye la inspección de heces y del área perianal.
 Se hacen los diagnósticos de enfermería entre los cuales se encuentran principalmente: estreñimiento relacionado con ignorar la urgencia de defecar porque causa dolor; ansiedad por operación inminente y vergüenza; dolor agudo relacionado con irritación, presión y sensibilidad del área anorrectal por la enfermedad y espasmos del esfínter después de la operación… Se plantean los objetivos entre los que se incluyen defecación adecuada, disminución de la ansiedad, alivio del dolor, micción normal, cumplimiento terapéutico… 
A continuación, se llevan a cabo las intervenciones: alivio del estreñimiento (que beba mínimo 2 L de agua al día, alimentos con fibra, laxantes formadores de masa y ablandadoras de heces…), reducción de la ansiedad (hay que identificar las necesidades psicosociales específicas e individualizar el plan de cuidados, se debe garantizar la intimidad…), alivio del dolor (pedirle que asuma posiciones cómodas, se pueden utilizar cojines de flotación, hielo o ungüentos analgésicos, compresas tibias que mejoran la circulación y alivian los tejidos irritados, los baños de asiento tres o cuatro veces al día relajan el esfínter espásmico…), promoción de la micción (aumentando el volumen de agua ingerida, escuchar el goteo del agua o, en última instancia la cateterización), vigilancia y tratamiento de complicaciones (se revisa frecuentemente la zona operada para detectar si hay hemorragia, además de prestar atención a los signos que la indiquen como la taquicardia, la hipotensión, la inquietud…) y el fomento de la atención en el hogar y la comunidad (para facilitar la recuperación en casa. La enfermera debe enseñar a mantener el área perianal limpia con agua tibia y algodón absorbente, se evita el papel higiénico, hay que responder a la urgencia de defecar para evitar el estreñimiento así como tomar la dieta adecuada y hacer ejercicio). 
Por último se hace una evaluación para observar los resultados.
 

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